Lunes 6 al viernes 10 de junio 2022
Instalación performativa en donde la artista trabaja a partir de la reactivación de los archivos del video-instalación “Paisagem em Trânsito” (2008) creado en colaboración con el fotógrafo brasileño Yuri Pinheiro. El proyecto de edición y el video resultante – presentado por única vez en São Paulo – se perdieron entre viajes, mudanzas, dvds rayados y dispositivos de memoria dañados. En el proceso de investigación doctoral de Salem, el estudio del texto “Dramaturgia del Paisaje” (Vujanović.2018) evocó este material del pasado llevando a la artista a su reencuentro. A través de diferentes formatos, materiales y puestas en relación, los archivos brutos guardados y olvidados por 14 años, ganan nuevas existencias en Córdoba 2022.
–
Creación, performance y producción: Talma Salem.
Acompañamiento curatorial: Indira Montoya.
Colaboración: Yuri Pinheiro
Producción y comunicación: Mariana Saur Palmieri.
Apoyo técnico: Melanie Passardi.
Identidad visual: Matías Zanotto.
Articulación: Desde La Práctica (CePIABIERTO 2020/21).
Acompañan: Prácticas Compartidas (PlataformaVA, La casa de las bestias y La mirada vegetal).
Creación realizada con el apoyo de la Beca a la Creación FNA 2021
https://talmasalem.com/2022/06/15/re-activacion-1-paisaje/
B: ¿qué cantás?
A: Algo que memoricé hace años.
B: Años.
La discontinuidad arquitectónica de las ruinas se reconstruye por la intuición de un ojo que percibe algo cercano a una totalidad. Una columna es suficiente para conocer el templo, los rituales, el color de las tardes y el olor del fuego que quema un aceite, hierbas o un cadáver.
Abrir un archivo/un mensaje/una carta: señal de que existe un pasado del que nos llega un escombro.
Se han juntado el cuerpo del archivo y el cuerpo de la danza para unir el tiempo perceptible y el imperceptible en una casa de barro en medio de una sala.
La casa es ese hiato, ese entre, esa intermediación un poco racional, un poco mística, conformada por una masa-eidolon evanescente y un ámbito tensado entre dos desmoronamientos: el pasado que se derrumba ante la materialidad indiscutible del presente, y la materia de la danza y la performance que reclaman presencia y acción a estos documentos que las amenazan.
Lo casi idéntico (el tiempo, siempre), la continuidad que no cesa, la ropa al sol secándose, el hilván entre el cuerpo cotidiano y el cuerpo performático, entre el material de la obra y el material de todo el resto, una traza de insistencia sobre una huella marcada a la que se fuerza a permanecer. Lo que se evapora permanece en proximidad, en otras formas, (eidolon otra vez) y se manifiesta a contraluz.
Acudir al movimiento de placas tectónicas o a la deriva continental, para experimentar la consistencia de procesos de danza y de performance cuyos cuerpos han borrado la intención espectacular para dar paso a inmensidades que ya no responden a nuestros ojos. Acciones que por momentos sólo le pertenecen al silencio y a los horizontes.
No habitar
Un escombro que nos llega: así es como Talma decide habitar ese temblor propio a partir de un proceso-laboratorio (el primero de varios) cuyos acoples nos dejan imaginar yuxtaposiciones de cuerpos, de antes y de ahora, de trayectos, de movimientos y geolocalizaciones que desplazan territorios y lenguas en la horizontal terrestre y en las ancestralidades invocadas.
En cierta medida, todo archivo tiene inscripto en su constitución primaria la prohibición del habitar. Es una casa fisurada, una estructura al borde del derrumbe, un estado estacionario ficticio en perpetuo temblor frente al presente que intenta inscribirlo o dislocarlo. Cada operación con un archivo es un gesto valiente de enfrentar el desmoronamiento como parte de la politicidad de lo acontecido y de su capacidad de reaparición activa (y no solo restaurativa) de nuevas potencias, sentidos y posibilidad de inscripciones en nuestros campos de sentido.
Podemos pensar el archivo como una temporalidad casi mítica de duración difusa que aglutina las divisiones cronológicas en un momento único-indivisible. La casa de barro, hecha con el mismo material del territorio, que se agrieta con el tiempo y retorna a lo mismo sin dejar rastros notorios de su existencia. El tiempo del barro, que es el del pantano, el de la tierra llovida y también el tiempo de la vasija, la casa y la máscara, es el tiempo que persiste e insiste en el trabajo de Talma y que reaparece en su obra y del que ella hace una ética: una disponibilidad para su propio agotamiento, para su propio desmoronamiento. La mímesis puesta en la resistencia vital a la que los cuerpos acuden como instancias de un gran cuerpo otro -más allá-, de otro mundo. La reconstrucción arquitectónica del tiempo del olvido, de la legibilidad de lo lento y lo frágil.
Aquí, un fantasma en un jardín. Cenizas de nuevo.
Aquí, un cuerpo que no es el mismo, - este no es mi cuerpo,
sostenido en su inmovilidad. Aquí, un bordado minúsculo reducido al rastro de la aguja.
Aquí todo se mueve con el viento, pura presencia, todo rastro.
Quiero listar cosas inmóviles: las montañas, el orgasmo,
las piedras, los pájaros cuando descansan, todas las formas del paraíso.
Querida Talma:
Tengo la mesa que era tuya y que fue también de otras personas. Aquí guarda en sus tablas el recorrido de nuestros lazos y nuestros movimientos, resumidos en algo que se parece mucho a una obra de Víctor Grippo. La piel de la performance (y esto ya lo hemos hablado) está fuera de la acción, está en un estado de arrancamiento perpetuo a su propio pasado, está hecha del tiempo que ya vivimos y por eso nunca estamos a salvo de las dos grandes guaridas del hambre: la desnudez y la voz. Lo lento es lo más parecido que tenemos a la eternidad. El rastro que queda - aún - la piel-membrana.
Un archivo que suscita su propia deglución y que se abre por una huella que rompe otra vez los límites de la temporalidad habitual. Vos ahí también en una mesa, escribiendo (bailando), escribiendo (performando), anudada en aquel jardín de lejos, en el frío de una ciudad tan dura, en una escena minúscula.
Vas a cerrar los ojos, vas a caminar por el espacio como hacemos cada vez que ocupamos una sala, vas a acostarte un rato en el piso. Un movimiento imperceptible. Una casa de barro, el tiempo, un pantano: temblor del cuerpo frente a lo inmenso.
Todo esto es un territorio en continuidad: piel-aún-mundo. Un escombro que nos llega, una ruina que podemos leer. La danza se oscurece para dar paso a lxs ausentes.
Querida, este es ahora tu jardín, árido y hambriento.
Indira Montoya - Junio 2022
En la propuesta de instalación para @mansa_mansion las fotografías intervenien el paisaje y son intervenidas por él.
Producción @mariana.saur
Asistencia de montaje @melani_passardi
Diciembre 2022